El turismo sostenible como motor de la bioeconomía forestal y el desarrollo rural

¿Puede el turismo generar riqueza económica, y al mismo tiempo ser una herramienta de conservación de nuestro patrimonio natural y cultural?

Artículo escrito por Jaime Rodríguez Estival, Universidad de Castilla-La Mancha, Instituto de Tecnología, Construcción y Telecomunicaciones (ITCT).

No resulta nada fácil responder a esta pregunta. Si pensamos en el turismo como actividad económica, la mayor parte de nosotros tendremos en la cabeza la imagen de una playa abarrotada de toallas y sombrillas o de un área recreativa, quizá en mitad de un espacio natural protegido, repleta de coches estacionados, hamacas y mesas de camping.

Por desgracia, ese turismo generador de capital económico será, para la mayoría de nosotros, un “turismo de masas” tan suculento para el bolsillo como devastador para las maravillas naturales y/o culturales que sirvieron como reclamo turístico.

No cabe duda de que el turismo y su desarrollo como actividad pueden tener repercusiones económicas muy positivas para los negocios que los promueven y la socioeconomía de los territorios que los acogen y fomentan, aunque esto no siempre sea así para los municipios rurales. En cualquier caso, es indudable que este progreso requiere un cambio urgente de modelo hacia la sostenibilidad, muy especialmente en el caso del turismo que se desarrollada en espacios naturales de alto valor ecológico.

De este modo, el reto del sector turístico en el siglo XXI está en orientar su desarrollo hacia formas que, además de generar riqueza económica, pongan en valor los recursos del patrimonio natural y cultural a través de un uso responsable y sostenible que fomente su conservación.

Se trata de desarrollar lo que se conoce como “turismo sostenible”, una forma de turismo que no solo debe ser económicamente viable, sino que además debe ser ecológicamente soportable a largo plazo y equitativa desde una perspectiva ética y social para las comunidades locales.

Independientemente de si nos referimos al “turismo de naturaleza”, “turismo rural”, “turismo activo o de aventura”, “agroturismo” o “ecoturismo” –que no significan lo mismo y por tanto no son términos intercambiables–, cualquier forma de turismo que se desarrolla en un espacio natural puede ser sostenible si supone un reencuentro de la sociedad con la naturaleza y el medio rural a través de su descubrimiento, disfrute y puesta en valor; si fomenta éticas medioambientales y sociales positivas; si anima a un comportamiento educado fundamentado en la apreciación, concienciación y sensibilización; si favorece a la economía y al desarrollo de las poblaciones locales; y si contribuye a la conservación de la biodiversidad, los sistemas en defensa de la vida y la cultura.

En espacios naturales de alto valor ecológico, que están localizados fundamentalmente en áreas socioeconómicas eminentemente rurales, generalmente deprimidas y con serios problemas de despoblación, el turismo sostenible puede además permitir la diversificación de los componentes de sus economías, pudiendo ser una parte importante de la solución a la España Vaciada.

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